sábado, 23 de enero de 2010

25 / 09 / 03




alguien dice que viajar en estos tiempos rápidos es trasladarse, poco más. a veces llegar a des-centrarse y desencaminar el rumbo diario. ya no se enraiza el viaje en el trayecto (traiectum, cruzar, echar al otro lado) en su duración. como si se pudiera engañar al tiempo sin que un mínimo detalle cotidiano se inmiscuya en el paréntesis.


nos despertamos a las siete de la mañana porque nos dormimos a las diez de la noche, muy cansados. el día reaparece gris, se apagó el brillo y el color de las cosas. reaparece puntual el diario de los huesos dolidos. desayuno, abrigo, bus, estación central abigarrada. metro exacto, silencioso, caliente y la tapicería de diseño en los asientos; todo él excavado en la roca bajo el frío. buscamos un lugar en donde refugiarnos: el vasa.


2 comentarios:

  1. Yo ya quiero que no se acabe. Me gustan, tanto, los cuadernos de viajes. El cuaderno físico, cargado en el bolso y rescatado en los bares, en los cafés, en las escalinatas de las iglesias. Y la crónica a mano, con la caligrafía desbaratada por la lluvia o el entusiasmo. Bowles decía que una cosa es ser turista y otra, muy distinta, ser viajero. Porque el viajero no sabe si regresa y, en todo caso, cuándo. Yo diría que el viajero, también, escribe el viaje.

    Pepercio, es precioso esto. Y el último poema que subiste a sopa. Quería decírtelo desde que lo leí, porque me lo creí todo y me hace bien leer lo que me creo. Lo que no me creo me hace mal y lo pongo a un lado. Y ese poema, tan fluido, tan simple y natural, es simultáneamente tan complejo, tiene sus capas de cebolla, se deja leer en varios planos, en varios niveles, como uno quiera.

    Es pleno verano en el sur y estoy en Estocolmo sin salir de casa, enlazando tu Estocolmo al pico de mi pájaro de China.

    Esto sí que es leer el mundo.

    Un abrazo fuerte.

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  2. mariel, te agradezco mucho que pases por aquí a comentar. hace 6 años dejé el trabajo después de casi 25. hice este viaje, tomé notas, descubrí una ciudad que sólo conocía por la música, el jazz. estaba ávido de mirarlo todo y lo escribí con ganas. perdí al poco tiempo lo redactado en el ordenador (en la computadora!)

    hace unas semanas, revolviendo papeles viejos apareció en una caja la libreta donde había tomado esas primeras notas. decidí abrir este cuaderno, aquí, y contarlo otra vez. me está gustando hacerlo porque me sirve para recordar. y a la vez para inventar también. creo que entonces viajé sin anteojeras. como tú dices, el viajero también escribe el viaje. aunque sea con años de diferencia.

    (me alegra que te gustara el poema, llevaba una semana oyendo buenas palabras y me harté).

    por acá, frío recio casi mesetario. pero estocolmo era septiembre y todavía el sol dejaba huella. y qué suerte poder enlazar esta ciudad al pico de tu pájaro de china!

    abrazos transatlánticos.

    pepe

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